martes, 29 de septiembre de 2009
La memoria está en los besos
La memoria está en los besos
SUMARIO
La cuestión no es vivir como se quiere, sino querer lo que se vive
Me gustaría, en muy pocas palabras, contarles a ustedes una pequeña parte de muchas historias, de historias cotidianas de personajes que están a la vuelta de la esquina, que viven en el piso de arriba o en el de abajo. Maestros, tenderos, comerciantes y comerciales; artistas, albañiles, estilistas, diseñadores, pintores, taxistas, transportistas, arquitectos, físicos, ingenieros, médicos, escritores, mecánicos, gente normal... como cualquiera de nosotros. Todas sus historias tienen algo en común, todas comparten algo.
... Todos tienen Alzheimer.
Son historias preciosas, son pequeñas grandes historias de amor, narradas día a día, entre plato y plato, de madrugada y al anochecer. Son historias de amistad, de silencios, de miradas intensas en busca de una razón. Son historias repetidas, de preguntas, incertidumbres, desconocimiento y miedo. Miedo a no saber qué pasará. Miedo a no saber qué hacer ni qué decir. Miedo a no hacer bien las cosas. Son la enciclopedia misma de la vida, repleta de los sentimientos más dispares que podamos imaginar: comedidos, mudos, revueltos, amalgamados, a punto de estallar y hacerse añicos. Son historias de aprendizaje, cancioneros populares, cuentos de pucheros y cacerolas, cuentos de solemnes atardeceres. Son historias de personajes despistados, olvidadizos, que lo sabían todo y ahora saben menos, que se han perdido en medio de tanto trajín, que «no tienen cabeza», pero sí corazón. Historias entre bastidores, disimuladas, en voz baja, escurridizas, de intriga, que encuentran en el médico la razón de ser contadas, buscando cómo arreglar tan gran apagón de ideas.
Cuentos donde siempre hay un ratoncito Pérez que deja algo debajo de la almohada, o un duendecillo juguetón y travieso que los encuentra por allí, de paseo, y los lleva a casa.
¡Qué más da el final de la historia! Lo que importa es escucharla de nuevo, con versión adaptada de los años veinte, treinta o cuarenta, en blanco y negro o coloreada.
Lo importante de cada historia es vivirla, lo maravilloso es amarla como es hoy y no como fue escrita.
Perder la cabeza es una cuestión que nos horroriza, una pesadilla que nos despierta a medianoche. Todo, menos perder la cabeza. Entrar en el laberinto de la sinrazón y el olvido es más que estar en el infinito sin señalizaciones de tráfico, largo camino que no puede hacerse nunca en solitario.
Mi interés y el de los profesionales de la Fundació ACE es el de acompañarles en esta historia. Los enfermos nos han enseñado mucho de su enfermedad, más de lo que cabía esperar al empezar a dedicarnos al diagnóstico y tratamiento de la enfermedad de Alzheimer. A veces, su lucidez es abrumadora, sus silencios ensordecedores y el lenguaje de su mirada la mejor de las sonrisas. Están allí como siempre, viviendo un presente continuado.
Ahora ya podemos viajar con ustedes, hemos hecho este trayecto muchas veces y durante años, y creemos conocerlo bien. Les podemos indicar el mejor camino, el camino más corto, describir de antemano el paisaje, para que lo reconozcan tan sólo al llegar, recomendarles el mejor equipaje, el más cómodo y ligero de peso, reservarles un buen hostal donde parar, descansar, comer y dormir.
En medio de tantas historias aún no les he contado la mía. No les he explicado lo mejor que me ha sucedido como médico. Me he enamorado de los cuentistas. Se me pasa el tiempo escuchándoles, me encandilo con sus historias. Me apasionan, porque no están escritas en los libros de texto y nunca se escribirán.
Buscando sobre esta enfermedad.
Contodo Cariño.
Arcoiris
Con el tiempo he aprendido que la cuestión no es vivir como se quiere, sino querer lo que se vive. Simplemente, Alzheimer
Buscando sobre esta enfermedad.
Contodo Cariño.
Arcoiris
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